Escapan, son miles de jóvenes los que escapan.
Han corrido en todas direcciones, huyen del país.
No quieren matar, no quieren morir.
A dónde sea: Georgia, Armenia, Azerbaiyán;
todo menos Rusia, la Rusia de Putin.
Sus generales lo llaman “povestka”, el pueblo, “sentencia”.
Es el reclutamiento forzado a punta de cañón.
De las calles, de las casas y oficinas los levantan;
no son niños ni ancianos, tampoco mujeres
Son los varones jóvenes obligados a pelear
la guerra sucia de la Duma y su ansia imperial.
Los han hecho presos en su propia patria,
presos del ejército que los reclama.
No saben cómo se dispara, menos asesinar.
Un breve curso, un uniforme y a morir o matar.
El “enemigo”, que víctima en realidad es,
solo se defiende y no distingue
entre carne de cañón o militar.
Las murallas del Kremlin no escuchan
al llanto de esposas y madres,
que nadie sabe si pasado el invierno
se hablará de glorias o funerales.
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Armando Dájer
(Octubre 2022)
Ilustración: Activedia
